Tuesday, September 1, 2009

AMOR SE ESCRIBE CON R



AMOR SE ESCRIBE CON R

El amor es la experiencia más importante de la vida humana. En ella se decide el éxito o fracaso de una vida. Nuestra vida consagrada se concentra en un voto de amor, que abarca todas las dimensiones de la vida y se concreta en los tres votos. Todo el sentido de nuestra consagración reside en “amar como él amó”. Pero el amor es una realidad poliédrica. Tiene el amor humano muchos objetos: las cosas, las personas, uno mismo, Dios; tiene muchas dimensiones: afecto, ternura, amistad, intimidad. Engloba múltiples operaciones: se siente, se piensa, se hace, se decide, se desarrolla, se decepciona. El amor es la vocación fundamental de todo ser humano. Dicha vocación se presenta como la más profunda y permanente de las aspiraciones humanas y también como la más honda y permanente llamada de Dios.
No es extraño que cuando vivimos un cambio de ritmo en la programación de la vida y del trabajo, emerjan en la conciencia las preguntas y preocupaciones de fondo. Cuando cambiamos de actividad o de lugar; cuando nos tomamos un tiempo de descanso o de vacaciones se nos suelen plantear cuestiones vitales. Se viven sentimientos de vacío o de soledad; sentimientos de distancia o cercanía, ausencia y presencia. Es tiempo de encuentro con los amigos y los familiares. Tal vez su vida contrasta con la nuestra. Los encuentros hacen emerger los recuerdos comunes, las memorias personales y afectivas. Se toma conciencia de la singularidad de la propia vida y de la propia trayectoria. Suelen surgir con mucha naturalidad las preguntas de este tipo. ¿Por qué sigo siendo lo que soy? ¿Qué significa para mis seres cercanos mi estilo de vida y mi vocación? ¿Les importa lo que yo vivo? ¿De quién me siento yo en realidad? ¿A quien pertenezco? ¿Cuál es mi casa? ¿Quién me quiere a mí? ¿A quién quiero yo verdaderamente?
La vida consagrada que estoy viviendo, ¿me está ayudando a vivir el amor? ¿Me está haciendo una persona amorosa?
Para trabajar estas preguntas, quiero escribir una breve meditación sobre el amor. Y lo quiero articular al hilo de 10 palabras que comienzan por la letra “r”.

1. Relación

Nunca existimos solos, nacemos de la relación entre un padre y una madre; existimos en esa relación. Nos acompaña el ser hijos de XX durante toda la vida. Es una relación primordial. En ella aprendemos o no aprendemos a amar. Ahí se configura la urdimbre afectiva de nuestra vida. Aprendemos lo que es vivir en relación. Experimentamos la unidad y la intimidad afectiva. Nos entrenamos en la relación fraternal. Esas experiencias primordiales influyen en toda la vida posterior. Y es que el amor es relación. No toda relación es amorosa; pero todo amor es relación. La calidad del amor depende de la calidad de la relación interpersonal.




2. Respeto

La relación amorosa implica un gran respeto a la otra persona; ella es tierra sagrada; es la suya una historia sagrada. Su intimidad, sus diálogos interiores llevan la energía de su propia vitalidad. Amar a una persona es crear unidad e intimidad con ella. Pero se trata de una unidad de personas; no equivale a fusión ni invasión del otro. Implica una presencia mutua, que está hecha de cercanía y distancia, de pertenencia y libertad. Se alimenta de la comunicación y la escucha. El respecto excluye el intento de controlar y dominar. Ello requiere todo un aprendizaje: amar y dejarse amar.


3. Reconocimiento

Amar a alguien es reconocerlo como persona individual. El amor crea verdadero encuentro; la otra persona no es objeto para mi; no es un medio para asegurar mis intereses. El otro es una persona única, irrepetible. Está llena de posibilidades, de energía, de creatividad. Necesita ser mirada con ojos de amor para despertar esas posibilidades dormidas que hay en ella. Necesita experimentar que alguien cree en ella para poder creer en sí misma. Amar a la otra persona es ayudarle a descubrir su propia dignidad y belleza. Cada persona es un regalo para si misma y para los demás. Ha nacido con una misión especial en la vida. La misión se convierte en tarea de toda la vida. Podemos reconocerla, revelarle sus dones. Pero el principal regalo que podemos hacerle con nuestro amor consiste en hacerle llegar la noticia: tú eres amada de Dios; tú eres criatura de Dios, tú eres hija del Dios amor..

4. Responsabilidad

En primer lugar para con uno mismo. La “r” del amor lleva consigo la responsabilidad de amarse a sí mismo, en lo que uno es y en lo que se siente llamado a ser. La propia identidad no se vive de forma puntual; se percibe como una trama de hechos narrativos a través del tiempo. Cada narración selecciona, organiza las cadenas de acontecimientos. Los sitúa a una luz nueva; los reelabora; las historias de nuestra vida permanecen abiertas a nuevos significados. La vocación de ser uno mismo, de amarse y aceptarse a sí mismo es gracia. Y es tarea permanente. Vamos tejiendo el tapiz de nuestra existencia en las historias cotidianas. La construcción de la propia identidad existencial incluye también la responsabilidad de ser fiel a la propia misión en la vida: llegar a ser quien soy y quien me siento llamado a ser para cumplir mi misión en la vida.


5. Respuesta

El amor brota del estímulo amable, bueno, bello, o simplemente agradable. Originariamente uno no crea el estímulo amoroso; lo descubre en la llamada, en la mirada de otro. El amor brota de ese encuentro o descubrimiento. La vieja cuestión: ¿es bello porque me agrada o me agrada porque es bello? De be ser respondida rompiendo la alternativa. Es precisamente el encuentro entre lo subjetivo y lo objetivo lo que constituye la belleza. Así es también el encuentro amoroso.
El amor se aprende; no se nace sabiendo amar. Puede haber acontecido que hayamos aprendido amores inauténticos. Seguramente hemos experimentado las condiciones del amor: te amo, si eres bueno; te quiero si haces lo que yo espero de ti, etc. Y llevamos toda nuestra vida esta huella marcada en el alma… La dimensión más honda de nuestro amor es la experiencia de ser incondicionalmente amados por el Dios del amor y de la vida. Dios es amor. El fondo del ser es el amor. El sentido de la vida reside en el amor. Vivir esto constituye un experiencia cumbre en la vida.

6. Renuncia

En cuanto respuesta y responsabilidad implica renunciar a otras llamadas y solicitaciones: estoy llamado a dar fruto según el árbol que soy; tengo que renunciar a querer dar nueces si soy un roble. La sociedad y la cultura en la que vivimos con frecuencia nos ofrecen un manual de instrucciones equivocado para el manejo de nuestro amor: insiste en la gratificación inmediata, en el mercadeo, en la atracción. Pero no hay manual de instrucciones para el crecimiento en el amor. Estamos llamados recorrer un camino personal. ¿Estoy convencido de que yo soy el responsable de mi vida? ¿Estoy persuadido de que vivo la vida que quiero vivir o de que otros programan mi vida por mí? Renunciar a la identidad débil y difusa que me propone y estimula la sociedad de consumo, sólo así lograré vivir mi propia identidad como una persona integrada, capaz de ser sí misma. Y ello me posibilita amar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Si no soy capaz de superar las relaciones de amor interesado, relaciones que degradan a las otras personas y las convierten en objetos de mi interés, de mi placer, no he experimentado el amor de amistad. No digamos ya el amor de caridad o agape.

7. Recuerdo

El amor vive de nuestras experiencias y recuerdos; se alimenta de nuestras experiencias; nuestra memoria personal más valiosa es la memoria de nuestro amor. Las huellas que va dejando en nuestra memoria personal nos van constituyendo para el futuro. La historia de nuestra vida no consiste tanto en la historia de nuestros éxitos o fracasos, de nuestras obras y realizaciones; consiste en la historia de nuestro amor. ¿Estoy convencido de que tengo todavía mucho potencial mental y afectivo que desarrollar? No estoy atado a los aprendizajes pasados; puedo ser creativo. La necesidad y la capacidad de amar están siempre presentes en todas las etapas de la vida.
Y estas cuatro preguntas encadenadas dan de sí para explorar nuestra vitalidad personal y relacional. ¿Cómo doy el amor? ¿Cómo recibo el amor que me dan? ¿Cómo lo pido? ¿Cómo lo rechazo?


8. Renovación.

El amor es dinámico y difusivo. Da que sentir, que pensar, que hacer, que recodar, que soñar. El amor no crece inevitablemente en línea recta; hay saltos y retrocesos. El camino del crecimiento se puede parecer a los dientes de sierra. Precisamente porque la vida está entretejido de una trama de experiencias y sentimientos que se contraponen y con frecuencia se oponen: frialdad y calidez, cercanía y distancia; ternura y posesión…El crecimiento en el amor como en crecimiento personal y espiritual es una tarea permanente. Es un trabajo de integración personal, de unificación interior. Tener viva una gran meta y pasión de la vida moviliza las energías. Pro no basta; es preciso tener metas concretas. Así se manifiesta a voluntad de vivir plenamente la vida y de tomar en serio la vocación fundamental al amor.

9. Resistencia

El amor es fecundo. El amor es vital y vitalizador. Expande la vida; le confiere futuro. Sin embargo actualmente muchas personas tienen que experimenta la difícil fecundidad del amor. En la vida consagrada, se está padeciendo colectivamente la experiencia de la falta de fecundidad. Nuestro proyecto de vida como voto de amor no parece tener encanto y atractivo. Otros rostros del amor resultan deslumbrantes. Estamos viviendo bajo esa cruz. La cruz de un futuro que se presenta incierto y problemático;
La cruz de aprender a envejecer sin ver la descendencia, es decir, sin que aparezcan los continuadores. Seguir creyendo en el amor aun sin ver sus frutos como uno esperaría, sino abiertos a las sorpresas del Espíritu.
La cruz de la muerte de las instituciones que otros han creado, mantenido, y han hecho servir para el bien de los destinatarios, que han ocupado tal vez lo mejor de nuestros sueños y energías.
Vivir el amor en estas circunstancias implica desarrollar la capacidad de resistencia a la adversidad. Resistencia sin ira y sin rencor; amor resistente que es aquella actitud que nace de la confianza en las promesas de Dios. Es fruto de la esperanza teologal. Se expresa en la oración perseverante. Al fin de cuentas reconoce que el amor tiene forma de cruz: está hecha del palo horizontal y del palo vertical; y es el palo vertical clavado en la tierra el que sostiene al horizontal.

10. Resurrección

El amor es más fuerte que la muerte. Es aperitivo y hambre de resurrección y vida para siempre. El amor es protesta contra la realidad de la muerte. Lo realmente decisivo de la vivencia del amor reside en que de ella depende el sentido de la resurrección. Sólo el que ama realmente está interesado en vivir. Y en vivir para siempre. Sólo el que ama puede confesar con sentido que el amor es más fuerte que la muerte y puede vislumbrar que el amor es prenda y promesa de resurrección.
Y sólo el que quiere vivir para siempre necesita que haya resurrección de los muertos. Precisamente en esa necesidad empalma la promesa evangélica. Si no siento con fuerza la urgencia de que algo o alguien viva para siempre, me habré hecho incapaz de esperar la resurrección de los muertos. Podré seguir recitando el credo, más será mera recitación. Ahí está la hondura más terrible de la relación de amor. Para los que no aman a personas de carne y hueso la resurrección no es una esperanza; es una amenaza. ¡Una terrible amenaza!
Ahí radica la seriedad del amor en esta vida presente. De ahí la importancia de examinar cómo ando de vitalidad, qué hay en mí con ganas de vivir, qué deseo vivir realmente. ¿Me doy permiso para amar? ¿Qué bloqueos me impiden crecer en la experiencia de amar y ser amado? ¿Qué signos de la verdad del amor descubro en mí?

Tal vez resulten preguntas y reflexiones demasiado transcendentes para el tiempo de verano. O tal vez el movimiento de las olas del mar o la imponente grandeza de las montañas o el acompañamiento de la vida que se acerca a su ocaso o de la vida que empieza brinden trasfondos adecuados para recordar las palabras de Jesús: “ amaos unos a otros como yo os he amado”.

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