Sunday, May 24, 2009

150 Anos del Nacimiento de la Beata Clara Bosatta




SOR CLARA: UNA DISCÍPULA DE DON GUANELLA

- La primera carta de Sor Clara a Don Guanella fue escrita en Gravedona, el 3 de Enero de 1882. Los dos aún no se conocían; se trata de una simple esquela de agradecimiento por los libros que él le había enviado como presente.
- La segunda carta escrita dos años y medio después está acompañada de una copia de los propósitos hechos durante el Retiro de Septiembre de 1884, cuando Don Guanella se había convertido ya en el director espiritual de Sor Clara. En ella podemos ver cuanto la gracia de Dios, a través de la dirección espiritual de Don Guanella, había trabajado en su corazón. Ya en las notas personales del 28 de Junio de 1878 revelan en Clara a una persona generosamente encaminada rumbo a la santidad, con un programa ascético muy serio, pero en septiembre de 1884, la joven hermana demuestra estar alcanzando las alturas de la vida mística. Esto dice conforme al camino espiritual que le fue indicado por Don Guanella:

“Con respecto a mi vida, yo estoy lista para ofrecerla al Señor. Si Dios quisiese llevarme ahora, aún en este momento en el cual escribo estoy lista y Él saciará finalmente todos mis anhelos. Entonces si usted me permite, reverendo Padre, de ofrecer a Dios mi vida, en la manera que usted me explicó, ayúdeme y enséñeme a hacer un generoso sacrificio” (24).
¿Cómo no recordar aquí las enseñanzas del Fundador sobre las víctimas?
“Es necesario que haya víctimas...y especialmente víctimas conformes a la gran Víctima del Calvario, para levantar torres de salvación para las almas... Es ya una tradición en las obras de la Divina Providencia que para cada nueva fundación exista el auxilio del sacrificio voluntario de una o más vírgenes de la Casa...sobre el fundamento de tales piedras angulares el futuro está asegurado...”
(Mazzucchi, Espíritu y obras...)

- considerando en conjunto todas las demás cartas de Sor Clara a Don Guanella podemos hacer las siguientes observaciones: las cartas revelan:
- las elevadas gracias místicas que agraciaban su vida.
- Los profundísimos dolores y crisis que acompañaron la “noche obscura”
- La calidad de la relación entre ella y Don Guanella.

A este respecto notamos:
- ella deja transparentar el gran cariño y afición que le tiene. Existe en ella una gran necesidad de la figura paterna. Su padre natural lo había perdido cuando tenía solamente tres años. En Don Guanella, Clara celebra y revive esta presencia de padre en su vida ( Don Umberto). Basta recordar los títulos afectuosos con los cuales lo relaciona:
“padre amadísimo y amantísimo”; “padre queridísimo y bien amado”; “padre dilectísimo”. Cuando en Ardenno, después de la fiesta de San José llegó la buena nueva de la mejoría de Don Guanella, ella en una manera casi infantil de reaccionar escribe “ ayer al oír las buenas noticias sus hijas “josefinas” saltaron de alegría...” (37).

Esta joven religiosa, que da saltos para expresar su alegría no se parece con la estatua del proceso, es más simpática y demuestra que un corazón totalmente donado al Señor es también capaz de delicados sentimientos humanos de afecto, gratitud y preocupación por el otro. Ella ama tan profundamente a su “óptimo padre” (en italiano la palabra padre se refiere de la misma manera al sacerdote y al padre natural) ella desea compartir, para aliviar el peso que el debe cargar: “¡Pobre mi padre! Oh usted debe siempre es criticado y escucha palabras realmente desagradables, si yo pudiese al menos tener parte yo de sus sufrimientos, para alivianar el peso de tantos de sus afanes y preocupaciones...” (40)
Sor Clara tenía en gran consideración a su director espiritual y cuando era obligada a estar lejos de él, lamenta la distancia:
“Feliz de Marcelina a quien el Cielo concede de continuar en la casa, donde con frecuencia tiene la feliz suerte de caminar detrás de los pasos de mi óptimo padre y de poder imitar de él las bellas virtudes con las cuales fue enriquecido su corazón y que lo hacen querido a Dios y a los hombres. En cuanto a mí, al menos acompáñeme con su santa bendición y encontrándome tan privada de su querida presencia, de su palabra de ánimo y consuelo, quiera pues suplirlo por otro medio. Usted sabe todo, conoce las necesidades y las penas de mi pobre corazón y me confío toda a usted” (37)

- Otros ejemplos, deseos o enseñanzas de Don Guanella están en el corazón de Sor Clara. Escribe a Marcelina:
“Sea valerosa y haga tanto bien, todo aquel bien que nuestro querido padre desea que usted haga” (28)
- Las palabras de Don Guanella son como fuego en el corazón de Clara:
“ ¿Por qué será, amadísimo padre que, que cada vez que usted me habla en la Confesión sacramental, o sola en la capilla, sus palabras me llegan al corazón como una espada que hiere vivamente y me hace quedar humillada y toda confusa?... ¡Cuantas veces en estos días me he sentido empujada a hacerme santa, a humillarme delante de todos, a usar gran dulzura, suavidad y compasión hacia todos!” (43)
llevada por la dirección espiritual de Don Guanella Sor Clara se vuelve capaz de superar las amarras de la baja autoestima y de elevarse a una plena comunión de amor con Dios, alcanzando así la plena realización de su ser: “Aquello que usted me enseño a decir con frecuencia la primera vez que me envió aquí: “soy toda tuya, mi Dios, para Ti yo nací, haz de mí aquello que te agrada, ¡oh Dios!. como me gusta repetir esto y ¡cuanto consuelo esta oración da a mi pobre corazón!...” (37)


- Sor Clara hizo suyo el programa espiritual de Don Guanella ORAR Y SUFRIR.

Las cartas están llenas de invocaciones de amor que elevan, en vista de una perfecta conformación con el Bien Amado clavado en la Cruz, para compartir su dolor y su sacrificio. “ Padre dígale (al Sagrado Corazón de Jesús) que me haga fuerte, constante y que me conceda sufrir y sacrificarme todo cuanto Él quiera a semejanza de su Corazón traspasado” (25); “¡Oh, si yo pudiese consumirme toda en sufrimientos y amor a Dios!” (36); “Padre, mi pobre corazón está siempre sediento de sufrir y consumirse por su Bien celeste” (40); “Padre rece por mí y dígale que me dé algo para sufrir en el cuerpo” (46); “Por favor pida para mí sufrimientos, dolores y amor, pues mi corazón no desea nada más” (40). Clara experimento todo tipo de sufrimiento: el sufrimiento físico, moral, espiritual. Ella conoció el sufrimiento expiatorio de la penitencia y de la mortificación, pero sobre todo los terribles sufrimientos relacionados con las pruebas de su vida mística. El Espíritu misteriosamente trabajaba en su corazón, por medio de la formación que ella fue recibiendo por parte de Don Guanella. Clara, se asemeja a Cristo que cargó sobre sí nuestra culpas, como Cordero sin mancha, sintió en su vida inocente el dolor de la expiación de las culpas. Así ella confiesa: “Reverendo Padre, ¿no será por si acaso que yo sea culpable de cualquier pecado grave? Por que aquellas penas que siento comenzaron hace tres años en el tiempo de los Santos Ejercicios , en una prédica en la cual se habló del pecado mortal. Yo no sé decirle aquello que sentí en aquella predica y en los dos días siguientes. Y todas las veces que siento hablar de ello tiemblo y me arrepiento” (47). Es propio Don Guanella quien reconoce la santidad de Sor Clara fue de discípula. Así él escribe en la introducción a la biografía escrita por Magdalena Albini Crosta: “Dios la condujo por el camino de las almas fuertes, camino áspero y en sí peligroso, pero la guió de manera que no pusiese pie en falso. Y ella no cayó, porque se abandonaba con absoluta docilidad a la mano que la guiaba” (p. 287). El Fundador reconoció así que la santidad de Clara fue fruto de la docilidad de discípula.

LA FASCINACIÓN DEL CORAZÓN DE CRISTO EN LA EXPERIENCIA MÍSTICA DE SOR CLARA.

Con respecto a la experiencia mística de Sor Clara, es necesario decir que fue ilustrado de modo exhaustivo por el mencionado estudio del Padre Macca. Aquí hablaremos no de experiencia mística en sí misma, sino de la importancia que en ella tuvo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Retomo algunos tópicos ya tocados en mi precedente estudio: “Una discípula de Don Guanella, beata Clara Bosatta”.

- La relevancia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en la segunda parte del siglo XIX .
- La devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue promovida por las revelaciones recibidas por Santa Margarita María Alacoque, beatificada en 1864.
- Como demuestran las notas personales de 1878, la formación recibida por Sor Clara por las Canosianas, antes, y con Don Coppini después, está centralizada en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
- El Epistolario demuestra que la vida espiritual de Sor Clara fue madurando, en el surco de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, conforme a la espiritualidad de Santa Margarita Alacoque.

Así Sor Clara expresa su intenso deseo de corresponder al amor de Cristo:
“yo tengo impresa en mi corazón la siguiente máxima de la beata Alacoque ‘¿Queréis saber quien penetrará más dentro en la sagrada estancia del Corazón de Jesús? La más humilde y la más despreciada; la más desprendida de todo será aquella que tendrá más; la más mortificada será la más acariciada; la más caritativa será la más amada; la más taciturna será la más adoctrinada; la más obediente en fin será la que tendrá más crédito y más poder”(26).
En la carta anterior ella había expresado su deseo de: “padecer y sufrir todo cuanto Él quiera a semejanza de su traspasado Corazón”(25)
El Corazón de Jesús es el constante punto de referencia en su vida espiritual y, aquello vive lo transmite también a sus formandas (cf. p. 50)
En su gran fervor, desea imitar en todo a Santa Margarita Alacoque. También su ofrenda como víctima será un sacrificio de amor, según el ritual difundido en la Iglesia por la Visitandina. “Aquí transcurro mis días siempre en cruz. Paso en ocasiones también momentos de alegría y de felicidad indecibles, en los cuales me siento arrancar el corazón del pecho, y no puedo decir otra cosa al Corazón santísimo de Jesús que de traspasarme el corazón, que me inflame y me consuma toda en su santo amor. Más esto que digo me provoca también grandes penas, porque aquello que pruebo es algo muy superior a mi naturaleza. ¡Oh Padre queridísimo, enséñeme el verdadero modo de amar a Dios, de corresponder a tantas gracias y hágame hacer una consagración toda especial al Corazón de Jesús” (49).


Esta especial consagración al Corazón de Jesús le acarreará:
- Una misteriosa participación en la Pasión de Cristo por la redención de la humanidad, que se realiza en:
- La ofrenda de la vida en reparación por los pecados;
- Experimentando al mismo tiempo una violenta pasión de amor y el terrible poder del pecado.

Es por ello que todas las cartas están traspasadas por el sentido del pecado. Sucede con ella lo mismo que le sucedió a Cristo cuando San Pablo comenta que “aquel que no cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nuestra salvación” (cf. 2Cor. 5,21). Clara compartirá con Jesús la terrible agonía del Getsemaní antes y después de la Cruz, donde el propio Cristo se siente abandonado y condenado por el Padre. Esta fue también la experiencia mística de Santa Margarita Alacoque.
“el Señor se me hace ver todo bello, todo santo, todo inmaculado y yo al contrario me veo culpable de los más grandes delitos, criatura sucia e inmunda, repugnante, digna de mil muertes. (Padre, tiemblo y siento un frío que me congela también en este momento en el que le escribo)¿y quién no desearía la muerte encontrándose en un estado tal delante de un Dios así de sublime? Yo me siento toda estremecer...” (68). Ella llega a experimentar la terrible punición de los pecadores: “Parece que el demonio salta hacia mí para devorarme” (48).
Más aquel que da el castigo es el mismo que ella ama con un amor apasionado y por tanto debe confesar: “ Cuando consigo recuperarme de estas penas, yo me siento el corazón encendido de amor por el Corazón santísimo de Jesús y me atrevo a pedirle de recibir mi corazón, mi amor y todo mi ser. Y el mirándome con un rostro oscuro me responde que no sabe que hacer con mi corazón, con mi amor y conmigo misma y con mis oraciones... entonces si Dios no me quiere y ni siquiera quiere que le rece y que lo ame, ¿a quién debo darme? ¿a quién debo rezar y amar?” (68).
La angustia que Clara experimenta es compartida por el “Hombre de los dolores” que desde lo alto de la cruz grito: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27,46).

No se comparte la Pasión de Cristo, Dios da a nuestra hermana la parte de los pecadores. Ella debe vivir el Vía Crucis estando en medio de los pecadores, sintiéndose personalmente responsable de los dolores de Cristo:
“Yo veo al Señor sufriente y deforme en todos los actos de su dolorosísima pasión. Y me parece que soy yo misma quien lo conduce allá al huerto de los Olivos a sudar sangre, que yo lo amarro y lo arrastro por las calles y plazas de Jerusalén para que se burles, lo desprecien y lo insulten. Yo misma lo flagelo y le coloco en su cabeza la corona de espinas, le cargo su cruz y lo conduzco al Calvario. En fin yo misma con mis manos lo crucifico y le traspaso su sagrado costado” (63)
los terribles sufrimientos de la Pasión recorren su espíritu, como merecida condenación; la sangre de Cristo se levanta contra ella; ¡Dios la rechaza!. ¿Cómo soportar esta terrible agonía? ¿o que puede ella hacer? La desesperación se cierne en su corazón; vive “un pequeño infierno” (69). Pero a pesar de todo esto su corazón tiene ansia de Dios, y siente que lo ama y que Él es todo su bien y así con desesperación lo invoca, y desde la profundidad de la miseria humana y del pecado, se eleva su grito de fe y de amor. Esta dice el Padre Macca, es la más alta oración que toca el Corazón de Dios.
pero la Pasión no es el punto más alto en la vida de Cristo y de los cristianos. La Pasión lleva a la Resurrección. Misteriosamente purificada por los dolores de la pasión, Clara fue admitida a experimentar aquí en la tierra las alegrías inefables de la mística unión de amor con su Amado. Así en las cartas encontramos al lado de los gritos provocados por los terribles sufrimientos, expresiones de inmensa alegría con las cuales casi Sor Clara nos hace saborear algo de aquel “secreto del gran Rey” mencionado por Don Guanella. Estos momentos de fascinación por el Corazón de Jesús son tan fuertes que se siente obligada a confesar:
“Ya no puedo más resistir a sus amorosas invitaciones” (26)
“Después de los ejercicios espirituales, en medio de los sufrimientos, yo sentía un deseo vivísimo de que el Señor traspasase mi corazón y yo pedía y suplicaba que me concediese esta gracia, porque me parecía que no podía vivir sin ella...” (27)
“Mi corazón parece estar en el purgatorio algunas veces, estando un poco más aliviado, encuentro alegrías y consolaciones tan vivas que no sé contenerme, aunque solo por pocos momentos. El sábado fue el primer día en el cual me encontré libre, y sentí una alegría y unos arrebatos de amor y de ternura, que me son imposibles de expresar” (43).

“siento que amo a Dios y que él me atrae hacia Él y de nadar en su dulcísimo Corazón”(63).

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